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son muchos los que aún buscan excusas para no acudir a una manifestación, forman
parte de ese colectivo que se queja, con la esperanza de que sean los demás los
que les resuelvan la vida. Si dividimos
a un país en sindicalistas y no sindicalistas, funcionarios y no funcionarios,
trabajadores y desempleados ¿que tenemos? Un País en ruinas que se llama
España. A estas alturas de la película aún no tenemos claro que o remamos todos
en la misma dirección o aquí no se salva ni “Dios”.
Hay
que decir No, No y No a una política que destruye empleo, que recorta y
elimina derechos, que favorece a los que más tienen y desahucia a todos los
demás. Es una política pensada por y para la derecha, esa que quiere
devolvernos a otros tiempos, que pretende volver a la España “Cañí”, de Señoritos
y obreros, de corridas de toros, limpia de “maricones” ( perdonen ustedes la
expresión) y de recta moral. Donde las diferencias entre clases sociales son
cada vez más grandes, donde el miedo a perder el trabajo hace que el trabajador
obedezca fiel y agradecido por tener un pedazo de pan que llevarse a la boca.
Es
nuestra obligación como ciudadanos, no dejarnos convencer de que con la que
está cayendo, tener un trabajo es una gran suerte y un privilegio. NO, NO LO
ES, la Constitución no habla de “la suerte del trabajo”,” ni el privilegio
del trabajo”, habla del derecho y la obligación de trabajar, de elegir
libremente su profesión u oficio y de percibir por ello una remuneración
suficiente para satisfacer sus necesidades y las de su familia.
Estamos
pasando de la indignación a la resignación con los peligros que ello conlleva,
rebelarnos ante la injusticia y luchar contra ella es nuestra obligación, se lo
debemos a nuestros abuelos y abuelas , a los que un día lo dieron todo y todo
perdieron para que sus nietos ( nosotros ) viviéramos en un mundo mejor, más
digno y más justo. Quedarnos a “verlas venir” es condenarnos a una mísera
existencia donde unos dominan y otro obedecen.